“La mitad del arte de vivir es la resiliencia”.
Alain de Botton
El término “resiliencia” es uno de los más usados en los tiempos recientes. Sin embargo, no siempre es comprendido plenamente. Resiliencia es la capacidad que tenemos todas las personas para afrontar las situaciones y reponernos a la adversidad. Un líder con alta resiliencia cuenta con una serie de recursos que les permiten ser menos vulnerables ante el estrés o la ansiedad y mantener un sentido de proactividad ante los problemas. Son personas con una capacidad extraordinaria para resistir y rehacerse después de haber vivido situaciones complejas u obstáculos importantes. En pocas palabras, son las personas que no se rinden.
La resilencia es la entereza más allá de la resistencia.
La resiliencia es una característica básica para un líder. Podríamos hablar de habilidades parecidas, como la resistencia a la frustración., pero la resiliencia va más allá de resistir los reveses de la vida, ya que involucra la capacidad para recomponerse y seguir adelante, enriquecido y con fortaleza para continuar trabajando por los objetivos que nos hemos planteado. De esta forma, no sólo es posible convertir los problemas en oportunidades, sino que también se adquiere una posición activa frente a la vida, un rol de protagonista y creador del destino propio. Por lo anterior, la resiliencia se vuelve una característica fundamental para todo líder.
La diferencia entre una persona que ha desarrollado cierto nivel de resiliencia y otra que no, es que ante la pregunta ¿lo voy a poder soportar?, ambas tienen creencias diferentes. La persona con baja resiliencia contesta "Esto no hay quien lo aguante. No lo puedo soportar" y se rinde. Por su parte, la persona alta resiliencia pensará: "Esto no me gusta ni lo he buscado, pero creo que si me lo propongo voy a poder superarlo". Asume esta actitud y sigue adelante. Luchar por lo posible, aceptar lo irremediable y saber discernir entre una y otra cosa, forma parte del marco conceptual de la resiliencia.
En el caso de un líder poco resiliente, transmitirá esta perspectiva a sus colaboradores y en ocasiones incluso hará que el equipo se dé por vencido aún antes de comenzar una iniciativa. Esto tiene serias repercusiones, pues los miembros del equipo podrán sentirse frustrados o sentir que su líder no tiene claridad en cuanto a los objetivos que busca y simplemente cambia de una idea a otra.
Compartiremos contigo algunas prácticas que te ayudarán a fortalecer tu nivel de resiliencia y fomentar esta habilidad en tu equipo de trabajo.
Encuentra tu centro
Parte importante de la capacidad de ser resiliente está en mantener el equilibrio emocional durante las situaciones que nos afectan positiva o negativamente. Es importante considerar que también las emociones y las situaciones positivas pueden sacarnos de nuestro centro y mermar el desempeño o la capacidad de dar respuesta. Encontrar nuestro centro tiene que ver con una profunda autoobservación: ¿cómo somos cuando todo va bien?, ¿cómo hablamos o reaccionamos? ¿Qué sentimos? Definir este centro facilitará que nos alejemos de él lo menos posible y por tanto que el efecto se minimice.
Esto no significa que una persona se vuelva indiferente, no sufra o que le dé igual algo. Lo que hace que sean diferentes es que son capaces de verse a sí mismos dónde les gustaría estar y, sin perder el control, buscan regresar a ese centro. Viven el presente y lo aprovechan.
Reúnete con gente positiva
Ante una situación negativa, la mejor herramienta para superarla y aprender de ella es la actitud. Si solemos reunirnos con gente positiva, será mucho más fácil ver el lado favorable de una situación y conversar, no sólo de los problemas, sino de las soluciones y las posibilidades que representan. De esta forma, nos ubicaremos en un campo de acción en el que podremos decidir qué queremos hacer y de qué forma nos queremos sentir al respecto. Por el contrario, si las personas a nuestro alrededor “se enganchan” en el problema, no harán sino ennegrecer las perspectivas y reafirmar una posición de víctima que se centre en la negación y termine por paralizarnos.
Pon a prueba tus pensamientos
Con frecuencia los mayores desastres ocurren en nuestra cabeza. Tenemos una idea que parece magnífica, pero aparece una voz que pregunta “Pero qué pasaría sí…” y rápidamente caemos en un sinfín de consecuencias, generalmente negativas, que inhiben nuestro sentido innovador. Ve un paso más allá de tu propia conciencia y pregúntate ¿cuál sería el verdadero impacto de caer en el peor escenario posible?, ¿Podría darme cuenta antes de llegar a él?, ¿mi mundo terminaría si eso sucede? Da a las cosas su justa medida, aprende a no sobredimensionar los escenarios y actúa. La única forma de saber qué pasará es haciéndolo.
Encuentra tu propósito
Las personas resilientes enfrentan de mejor manera las dificultades que se les presentan, ya que tienen un propósito que rebasa el tamaño de éstas. El propósito se constituye en la visión de lo que se quiere lograr, en un marco de referencia amplio que es mucho más grande que simplemente un objetivo. Lo que le da fortaleza a este propósito es que está estrechamente relacionado con los valores de la persona y constituye una base sólida sobre la cual construye su vida, tanto personal como profesional.
Fortalece tu autoestima
Una característica fundamental de la persona resiliente es su confianza en sí mismo y sus capacidades para superar las situaciones difíciles que vive. Cultivar la autoconfianza y autoestima será clave para comenzar a desarrollar esta habilidad y creernos merecedores del éxito. Parecería que damos por hecho que cada uno de nosotros es valioso, pero es importante hacerlo consiente, recordarlo y desarrollar una sólida autoestima.
Al afrontar cualquier situación y aprender de ella, somos capaces de enfrentarnos y salir avantes, recuerda y piensa de esta manera: “si me lo propongo voy a poder superarlo”.
Afrontar, no confrontar
Existe una sutil diferencia entre confrontar y afrontar una situación difícil. Al confrontar se genera un conflicto que pone frente a frente a la situación con uno mismo. De esta forma, el pensamiento subyacente es de combate y habrá ganadores o perdedores. Por el contrario, si se afronta una situación, la posición será de superación, de salir adelante y escalar por encima del problema para resolverlo. Bajo esta premisa, el pensamiento será de apertura al aprendizaje y de construcción, esto es lo que permite a una persona ser flexible y no perder de vista su centro, aún ante la peor de las circunstancias.
Enfócate en la solución, no en el problema
Darle vueltas y vueltas a tus problemas solo hará que estos crezcan y que caigas en parálisis por análisis. Pregúntate qué puedes hacer en cada caso y toma las acciones correspondientes. Si bien los problemas se pueden llegar a presentar como un remolino del cual no se ve la salida, concéntrate y piensa, ¿Cuál es el origen de mi problema? ¿Tiene solución?, teniendo respuestas a estas preguntas la solución será más rápida.
La resiliencia es caminar a través de la adversidad y salir reforzados.
Ser resiliente también hace que nos fortalezcamos al superar la adversidad y, principalmente, que obtengamos de ella un aprendizaje. Una vez superado el periodo crítico, podemos analizar en retrospectiva qué aprendizaje nos deja, tanto de la gestión de la situación, como de cualidades que probablemente no veíamos en nosotros. Con estas herramientas, la próxima vez que se presente un desafío, podremos hacer uso de ellas y gestionar el reto mejor dotados y, principalmente, con la experiencia adquirida.
Recuerda que un líder efectivo no sólo es resiliente, sino que busca que su equipo desarrolle esta capacidad. Formar personas resilientes puede prevenir y resolver conflictos, además de que brindará mayor seguridad e ímpetu a sus esfuerzos. En el fondo se trata de hacerles conscientes que comportarse de una u otra manera, es una decisión personal que afecta sus vidas y a sus relaciones de una forma importante.
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